jueves, 31 de enero de 2013

El punkie y la abuelita


Una abuelita estaba haciendo unas compras en el centro de Burgos. Como no había parado de andar en toda la tarde, entró en una cafetería para sentarse a descansar un rato mientras se tomaba algo.
Sin embargo, la cafetería estaba bastante llena y no había mesas libres. La buena señora, que estaba realmente cansada, se sintió desfallecer. Miró desasosegadamente a su alrededor y finalmente pudo ver una silla libre junto a una mesa ocupada por un jovencito. Se sentaría allí. Aunque ese jovencito tenía un aspecto un poco raro. Parecía de esos que salen en la tele cantando y destrozando cosas. ¡Ave María Purísima, si llevaba el pelo como un piel roja! Y todas esas tachuelas y pinchos...
Pero estaba demasiado cansada, así que se sentaría en su mesa igualmente. Solo un ratito para descansar y comerse unas galletitas que llevaba en el bolso, pensó mientras tomaba asiento. Porque con este guirigay y con tanta gente, seguro que no venía ningún camarero a atenderla. Al chico, que debía de llevar allí mucho más rato, tampoco le habían traído nada. Bueno, algo masticaba. ¡Virgen Santa, si era una de sus galletas! ¡Se estaba comiendo sus galletas! Hay que ver, qué sinvergüenza.
La abuelita lanzó una mirada feroz a su compañero de mesa mientras cogía una galleta. El joven sonrió. Encima se mofaba. Si ya decía ella que con esas pintas de gamberro...
Así transcurrieron algunas galletas. La señora lanzando miradas furibundas y el joven como si nada. Los dos, mano a mano, dando cuenta del paquete entero. Y el muy descarado sonriendo todo el tiempo.
Cuando solo quedaba una galleta, el joven punk la cogió y, sin dejar de sonreír a la ancianita, la partió en dos ofreciendo una mitad a la señora y comiéndose él la otra mitad. La buena señora estaba indignada. Cogió el bolso para marcharse y recordó que había querido sacar algo... Ah, claro, el paquete de galletas. Ahí estaba...
Pero, entonces...
—Ha sido un placer, abuela. A ver si la próxima vez me traigo un par de paquetes en vez de uno, ya que le gustan tanto.

lunes, 28 de enero de 2013

El fenómeno Déjà vu


¿Alguna vez has tenido la sensación de que un momento determinado se está repitiendo como si ya lo hubieses vivido antes?
En “La conjura de los genios” vienen dos posibles explicaciones. Una es bastante aceptada y ortodoxa. La otra es esta:
Parte del supuesto de que nuestra vida es una totalidad que existe en la eternidad, sin pasado, presente, ni futuro y la percepción del tiempo es una apariencia que surge a causa de que nuestra consciencia trabaja de forma secuencial. Es como si fuese una cinta de vídeo  que existe toda a la vez, pero que si alguien la reproduce tiene unas escenas pasadas ya y otras que aún no ha visto. O sea, que hace falta alguien que ponga el vídeo para que exista el tiempo, porque en realidad todas las escenas existen simultáneamente. En fin, que hace falta un observador, como en la física cuántica.
Y este observador es uno mismo. El yo o la parte consciente del yo, porque otra parte, a la que llamaremos daemon, ya conoce la película en su totalidad. Esta especie de doble, el daemon, se relaciona con el hemisferio derecho del cerebro y con sus propiedades: ser más intuitivo, global, etc.; y, como conoce el vídeo de nuestra vida, nos sirve de guía y se supone que es el responsable de esas decisiones inesperadas y acertadas que tomamos a veces: lo que solemos llamar intuiciones o corazonadas. También es el que se encarga de guiarnos en la muerte y por eso los que han estado a punto de morir dicen que ven su vida pasar como en una película.
Así, el fenómeno déjà vu sería una filtración del futuro, una información que se le ha escapado al daemon.
Curiosamente, a lo largo de la historia se pueden rastrear múltiples indicios que conectan con esta hipótesis; desde algunas referencias en la Ilíada; o la voz que, según Platón, servía de guía a Sócrates; pasando por la tradición cristiana del ángel de la guarda y las voces que aconsejaban a Juana de Arco en sus combates; llegando al mismísimo Juan Matus de Castaneda, que dice tener a la muerte como consejera permanente.
En todo caso, el daemon se serviría del hemisferio cerebral derecho y sus intuiciones para hacer su trabajo de consejero y una mala comunicación entre ambos hemisferios podría resultar en un déjà vu.