viernes, 1 de marzo de 2013

Un experimento mental sobre teletransportación

Supongamos que la tecnología está tan desarrollada que es posible hacer un escáner que recoja hasta el más mínimo detalle de nuestro cuerpo (es lo bueno de los experimentos mentales, están poco limitados). Luego se manda esta información a California, por ejemplo, y allí se reconstruye una réplica idéntica de nosotros. Es decir, reproduce cada detalle de nuestro cuerpo, todas las sinapsis del cerebro, su estado bioquímico, incluso el pellejito mordisqueado que tenemos en un dedo gordo.
Se trata de averiguar si nuestro “yo”, nuestra consciencia, solo es producto de nuestro cuerpo físico, así que, empecemos suponiendo que sí, que nuestra sensación de ser “yo”, nuestras opiniones, recuerdos, etc., solo son fruto de lo que tenemos almacenado en el cerebro y en la configuración de nuestras moléculas, por lo que toda esa información debe encontrarse en la copia que se ha enviado a California.
Bien, entonces esa podría ser una forma de teletransportarnos... ¿O no?
Pensemos un momento si estaríamos dispuestos a realizar un viaje así. Naturalmente, el original debería ser destruido para que no hubiese dos “yoes”.
Si la consciencia está en la configuración del cuerpo, nuestro “yo” debería haber viajado con él a California.
¿Creemos realmente que nosotros seríamos el que está allí y dejar que el de aquí sea aniquilado? ¿No pensaríamos que en California se encontraría alguien extraordinariamente parecido a nosotros, pero que no somos él y que en realidad no queremos que se mate al que se queda aquí?
¿No será que en el fondo no nos acabamos de creer que solo seamos nuestro cuerpo?