Supongamos que la tecnología está tan
desarrollada que es posible hacer un escáner que recoja hasta el más mínimo
detalle de nuestro cuerpo (es lo bueno de los experimentos mentales, están poco
limitados). Luego se manda esta información a California, por ejemplo, y allí
se reconstruye una réplica idéntica de nosotros. Es decir, reproduce cada
detalle de nuestro cuerpo, todas las sinapsis del cerebro, su estado
bioquímico, incluso el pellejito mordisqueado que tenemos en un dedo gordo.
Se trata de averiguar si nuestro “yo”,
nuestra consciencia, solo es producto de nuestro cuerpo físico, así que,
empecemos suponiendo que sí, que nuestra sensación de ser “yo”, nuestras
opiniones, recuerdos, etc., solo son fruto de lo que tenemos almacenado en el
cerebro y en la configuración de nuestras moléculas, por lo que toda esa
información debe encontrarse en la copia que se ha enviado a California.
Bien, entonces esa podría ser una forma
de teletransportarnos... ¿O no?
Pensemos un momento si estaríamos
dispuestos a realizar un viaje así. Naturalmente, el original debería ser
destruido para que no hubiese dos “yoes”.
Si la consciencia está en la
configuración del cuerpo, nuestro “yo” debería haber viajado con él a
California.
¿Creemos realmente que nosotros
seríamos el que está allí y dejar que el de aquí sea aniquilado? ¿No
pensaríamos que en California se encontraría alguien extraordinariamente
parecido a nosotros, pero que no somos él y que en realidad no queremos que se
mate al que se queda aquí?
¿No será que en el fondo no nos acabamos de creer
que solo seamos nuestro cuerpo?
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