martes, 18 de diciembre de 2012

¿Es el cerebro un ordenador cuántico?


A veces se oye decir que el cerebro no es más que un ordenador cuántico.
Ya se sabe que la teoría cuántica es ampliamente utilizada (incluso excesivamente utilizada) por enfoques mentalistas muy diversos. Lo que resulta algo más sorprendente es su uso por parte de partidarios del reduccionismo fisicalista. Casi parece un último recurso, un poco desesperado, para salvar lo salvable de las concepciones materialistas.
Bien, ¿sirve de algo esa idea, por otra parte tan sugerente, del OC (ordenador cuántico)?
El principal problema es que los ordenadores cuánticos no existen. Todavía no existen, vaya. Así que hay que tratar de imaginarse cómo podrían ser y funcionar.
Un OC podría aprovechar la superposición cuántica de modo que toda una estructura pueda colapsar en distintas configuraciones determinadas por las funciones de onda de sus partículas. Es decir, los distintos estados posibles de los componentes de una máquina no vendrían dados por una combinación de impulsos eléctricos en sus circuitos, interpretados, por ejemplo, como ceros y unos, que sería la forma de trabajar de nuestros ordenadores normales. Por el contrario, un OC funcionaría con componentes en superposición cuántica.
Naturalmente, por muy pequeño que sea un microchip y por muchos circuitos que seamos capaces de incluir en él, la cantidad sería irrisoria comparada con los miles de billones de combinaciones que se podrían establecer entre las partículas que componen un trocito diminuto de materia.
Bueno, ya tenemos algo: un OC dispondría de una capacidad de procesamiento incalculablemente mayor que una máquina hecha con circuitos eléctricos convencionales.
Volvamos entonces al cerebro. Una estructura cerebral (y material, por supuesto) que estuviese en superposición cuántica dispondría de varios patrones posibles, cada uno de ellos origen de un estado o de un proceso cerebral, por ejemplo un recuerdo, un sentimiento o la intención de rascarnos la nariz. Sin embargo, ¿qué es lo que hace que esa estructura colapse en un patrón o en otro? ¿Qué le haría decantarse por un estado concreto? Y aquí es donde, como nos descuidemos, volvemos a las explicaciones menos materialistas. Según la interpretación de Copenhague, que al fin y al cabo es la más ortodoxa de la mecánica cuántica, la superposición cuántica de una partícula colapsa en un estado cuando se hace una observación de esa partícula. Así pues, juntando todo lo dicho, parece que si el cerebro fuese un ordenador cuántico necesitaría de un observador (¿una mente?) para colapsar las distintas superposiciones cuánticas que a su vez configurarán los contenidos cerebrales (intenciones, recuerdos, ideas...). O sea, volvemos a toparnos con una conciencia (inmaterial) que observa y dirige los estados físicos del cerebro.
Ya dije que aferrarse a la idea del cerebro como ordenador cuántico podía apoyar un concepto mental (o espiritual) de cómo estamos hechos.
El que avisa no es traidor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El tecnólogo R. Kurzweid dice “que pronto será imposible distinguir entre máquinas y humanos” y el físico F.J. Tipler tb dice que “haremos copias exactas de nosotros mismos en sofisticadísimos sistemas de computerización”, mientras que R. Penrose afirma todo lo contario cuando dice que “hay algo de naturaleza no computable en las leyes físicas que describen la actividad mental”.
Por otro lado la teoría de R. Penrose y S. Hameroff denominada "reducción objetiva orquestada" viene a decir que en el cerebro se producen una serie de fenómenos cuánticos (en los microtúbulos de las células eucariotas que viene a ser como el citoesqueleto de todas las células con núcleo). El colapso de la función de onda (reducción) se produce de forma generalizada (orquestada) de forma objetiva, sin que haya un observador y esos colapsos de la f. de onda producen instantes de conciencia que son como fotogramas que al producirse en forma de cuantos pero muy rápidamente, los notamos como si fueran un continuo. Esto es lo q hace q un estado alterado de conciencia, por ejemplo en un accidente, al tener más situaciones de conciencia por segundo, percibamos como si el tiempo discurriera a cámara lenta. Pero lo importante es que NO SE NECESITA UN OBSERVADOR EJENO para que la función de onda colapse. Claro q ese observador ajeno podría ser la conciencia alojada "fuera del cerebro", hummm. No se. rehummm.

Anónimo dijo...

Ver en la siguiente dirección:
http://www.eduardpunset.es/19401/general/atico-con-vistas
el comentario con el nº 45 que es el mio.
Saludos.

Iñaki Moreno dijo...

La cuestión es qué produce el colapso de la función de onda. En principio podríamos considerar que hay dos opciones: que sea algo inmaterial, como la mente o la conciencia y que sea alguna otra cosa, pero de tipo material. En principio, elegir entre una opción u otra es una cuestión de fe, en el mentalismo o en el materialismo, pero fe al fin y al cabo.
El problema de suponer que el colapso de la función de onda es causado por algo material, para no tener que apelar a la conciencia, es que ese algo material a su vez tendrá su propia función de onda que previamente habrá tenido que colpsar en esa realidad concreta capaz de colapsar la función de onda considerada y así sucesivamente.
Por otra parte, las afirmaciones de Kurzweil y Tipler son interesantes, pero también son actos de fe. Si hemos de creer algo sin pruebas, prefiero elegir lo que más me guste.

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