jueves, 27 de diciembre de 2012

Meditación


"La mente corre desbocada como un río tumultuoso, pero mi corazón es un desierto”. El pensamiento le proporcionó unos miligramos de satisfacción. El juego trágico de la vida y el amor tenía toda una estética, eso había que reconocerlo. "La mente corre desbocada como un río tumultuoso, pero mi corazón es un desierto”, se repitió. “Justo lo contrario de lo que debería ser y de lo que al parecer hace la meditación, convertir el corazón en un río tumultuoso y vaciar la mente como un desierto", pensó Chema un poco tontamente.
"Encima pensando chorradas".
Sopesó la idea de poner un poco de música. Tal vez un Stabat Mater le sirviese de bálsamo. Sería como compartir un poco su dolor. Y nada menos que con tan ilustre señora como María. Ya se sabe que las penas compartidas disminuyen, mientras que las alegrías, aumentan. "¿Qué me dices a eso, eh, Murphy?". Casi sonrió y todo. "A ver, a ver... Pergolesi... No, mejor no. Es demasiado alegre, aunque parezca mentira. Creo que el Stabat Mater de Boccherini se ajustará mejor a mis negras circunstancias. Siempre puedo concluir luego con el trozo ese tan genial que sale en Master and Comander si quiero algo más alegre”.

Stabat Mater
Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa
en que pendía su Hijo.
Su alma gimiente,
contristada y doliente
por la espada atravesada.

Las palabras llenaban la estancia con una nota vibrante de intenso pero resignado sufrimiento. Chema paladeó la música; veía a una María dulce y tristísima y sentía su dolor como propio. Luego, poco a poco, fue proyectándolo fuera de él, intentando que saliese de su pecho para colgarlo en la música como quien tiende un pijama. Genial Boccherini, como siempre. Y la piba que cantaba era increíble. Su voz rasgaba el espacio sonoro. Era como ver un paisaje desolado a través de un cristal roto en grandes trozos afilados.

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