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Sopesó la idea de
poner un poco de música. Tal vez un Stabat Mater le sirviese de bálsamo.
Sería como compartir un poco su dolor. Y nada menos que con tan ilustre señora
como María. Ya se sabe que las penas compartidas disminuyen, mientras que las
alegrías, aumentan. "¿Qué me dices a eso, eh, Murphy?". Casi sonrió y
todo. "A ver, a ver... Pergolesi... No, mejor no. Es demasiado alegre,
aunque parezca mentira. Creo que el Stabat Mater de Boccherini se
ajustará mejor a mis negras circunstancias. Siempre puedo concluir luego con el
trozo ese tan genial que sale en Master and Comander si quiero algo más
alegre”.
Stabat Mater
Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa
en que pendía su Hijo.
Su alma gimiente,
contristada y doliente
por la espada atravesada.
Las palabras
llenaban la estancia con una nota vibrante de intenso pero resignado
sufrimiento. Chema paladeó la música; veía a una María dulce y tristísima y
sentía su dolor como propio. Luego, poco a poco, fue proyectándolo fuera de él,
intentando que saliese de su pecho para colgarlo en la música como quien tiende
un pijama. Genial Boccherini, como siempre. Y la piba que cantaba era
increíble. Su voz rasgaba el espacio sonoro. Era como ver un paisaje desolado a
través de un cristal roto en grandes trozos afilados.
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