viernes, 1 de marzo de 2013

Un experimento mental sobre teletransportación

Supongamos que la tecnología está tan desarrollada que es posible hacer un escáner que recoja hasta el más mínimo detalle de nuestro cuerpo (es lo bueno de los experimentos mentales, están poco limitados). Luego se manda esta información a California, por ejemplo, y allí se reconstruye una réplica idéntica de nosotros. Es decir, reproduce cada detalle de nuestro cuerpo, todas las sinapsis del cerebro, su estado bioquímico, incluso el pellejito mordisqueado que tenemos en un dedo gordo.
Se trata de averiguar si nuestro “yo”, nuestra consciencia, solo es producto de nuestro cuerpo físico, así que, empecemos suponiendo que sí, que nuestra sensación de ser “yo”, nuestras opiniones, recuerdos, etc., solo son fruto de lo que tenemos almacenado en el cerebro y en la configuración de nuestras moléculas, por lo que toda esa información debe encontrarse en la copia que se ha enviado a California.
Bien, entonces esa podría ser una forma de teletransportarnos... ¿O no?
Pensemos un momento si estaríamos dispuestos a realizar un viaje así. Naturalmente, el original debería ser destruido para que no hubiese dos “yoes”.
Si la consciencia está en la configuración del cuerpo, nuestro “yo” debería haber viajado con él a California.
¿Creemos realmente que nosotros seríamos el que está allí y dejar que el de aquí sea aniquilado? ¿No pensaríamos que en California se encontraría alguien extraordinariamente parecido a nosotros, pero que no somos él y que en realidad no queremos que se mate al que se queda aquí?
¿No será que en el fondo no nos acabamos de creer que solo seamos nuestro cuerpo?

miércoles, 6 de febrero de 2013


¿Qué tienen en común la música, los ordenadores, la meditación, las reuniones de trabajo, el enigma del más allá, la crisis económica y las redes sociales?

...Que son parte de nuestras vidas.
De todo eso trata “La conjura de los genios”.

Advertencia al lector:
NO es posible estar de acuerdo con TODAS las opiniones contenidas en este libro, así que no lo intente.

No olvide hacer esta advertencia al destinatario si piensa regalarlo.

jueves, 31 de enero de 2013

El punkie y la abuelita


Una abuelita estaba haciendo unas compras en el centro de Burgos. Como no había parado de andar en toda la tarde, entró en una cafetería para sentarse a descansar un rato mientras se tomaba algo.
Sin embargo, la cafetería estaba bastante llena y no había mesas libres. La buena señora, que estaba realmente cansada, se sintió desfallecer. Miró desasosegadamente a su alrededor y finalmente pudo ver una silla libre junto a una mesa ocupada por un jovencito. Se sentaría allí. Aunque ese jovencito tenía un aspecto un poco raro. Parecía de esos que salen en la tele cantando y destrozando cosas. ¡Ave María Purísima, si llevaba el pelo como un piel roja! Y todas esas tachuelas y pinchos...
Pero estaba demasiado cansada, así que se sentaría en su mesa igualmente. Solo un ratito para descansar y comerse unas galletitas que llevaba en el bolso, pensó mientras tomaba asiento. Porque con este guirigay y con tanta gente, seguro que no venía ningún camarero a atenderla. Al chico, que debía de llevar allí mucho más rato, tampoco le habían traído nada. Bueno, algo masticaba. ¡Virgen Santa, si era una de sus galletas! ¡Se estaba comiendo sus galletas! Hay que ver, qué sinvergüenza.
La abuelita lanzó una mirada feroz a su compañero de mesa mientras cogía una galleta. El joven sonrió. Encima se mofaba. Si ya decía ella que con esas pintas de gamberro...
Así transcurrieron algunas galletas. La señora lanzando miradas furibundas y el joven como si nada. Los dos, mano a mano, dando cuenta del paquete entero. Y el muy descarado sonriendo todo el tiempo.
Cuando solo quedaba una galleta, el joven punk la cogió y, sin dejar de sonreír a la ancianita, la partió en dos ofreciendo una mitad a la señora y comiéndose él la otra mitad. La buena señora estaba indignada. Cogió el bolso para marcharse y recordó que había querido sacar algo... Ah, claro, el paquete de galletas. Ahí estaba...
Pero, entonces...
—Ha sido un placer, abuela. A ver si la próxima vez me traigo un par de paquetes en vez de uno, ya que le gustan tanto.

lunes, 28 de enero de 2013

El fenómeno Déjà vu


¿Alguna vez has tenido la sensación de que un momento determinado se está repitiendo como si ya lo hubieses vivido antes?
En “La conjura de los genios” vienen dos posibles explicaciones. Una es bastante aceptada y ortodoxa. La otra es esta:
Parte del supuesto de que nuestra vida es una totalidad que existe en la eternidad, sin pasado, presente, ni futuro y la percepción del tiempo es una apariencia que surge a causa de que nuestra consciencia trabaja de forma secuencial. Es como si fuese una cinta de vídeo  que existe toda a la vez, pero que si alguien la reproduce tiene unas escenas pasadas ya y otras que aún no ha visto. O sea, que hace falta alguien que ponga el vídeo para que exista el tiempo, porque en realidad todas las escenas existen simultáneamente. En fin, que hace falta un observador, como en la física cuántica.
Y este observador es uno mismo. El yo o la parte consciente del yo, porque otra parte, a la que llamaremos daemon, ya conoce la película en su totalidad. Esta especie de doble, el daemon, se relaciona con el hemisferio derecho del cerebro y con sus propiedades: ser más intuitivo, global, etc.; y, como conoce el vídeo de nuestra vida, nos sirve de guía y se supone que es el responsable de esas decisiones inesperadas y acertadas que tomamos a veces: lo que solemos llamar intuiciones o corazonadas. También es el que se encarga de guiarnos en la muerte y por eso los que han estado a punto de morir dicen que ven su vida pasar como en una película.
Así, el fenómeno déjà vu sería una filtración del futuro, una información que se le ha escapado al daemon.
Curiosamente, a lo largo de la historia se pueden rastrear múltiples indicios que conectan con esta hipótesis; desde algunas referencias en la Ilíada; o la voz que, según Platón, servía de guía a Sócrates; pasando por la tradición cristiana del ángel de la guarda y las voces que aconsejaban a Juana de Arco en sus combates; llegando al mismísimo Juan Matus de Castaneda, que dice tener a la muerte como consejera permanente.
En todo caso, el daemon se serviría del hemisferio cerebral derecho y sus intuiciones para hacer su trabajo de consejero y una mala comunicación entre ambos hemisferios podría resultar en un déjà vu.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Meditación


"La mente corre desbocada como un río tumultuoso, pero mi corazón es un desierto”. El pensamiento le proporcionó unos miligramos de satisfacción. El juego trágico de la vida y el amor tenía toda una estética, eso había que reconocerlo. "La mente corre desbocada como un río tumultuoso, pero mi corazón es un desierto”, se repitió. “Justo lo contrario de lo que debería ser y de lo que al parecer hace la meditación, convertir el corazón en un río tumultuoso y vaciar la mente como un desierto", pensó Chema un poco tontamente.
"Encima pensando chorradas".
Sopesó la idea de poner un poco de música. Tal vez un Stabat Mater le sirviese de bálsamo. Sería como compartir un poco su dolor. Y nada menos que con tan ilustre señora como María. Ya se sabe que las penas compartidas disminuyen, mientras que las alegrías, aumentan. "¿Qué me dices a eso, eh, Murphy?". Casi sonrió y todo. "A ver, a ver... Pergolesi... No, mejor no. Es demasiado alegre, aunque parezca mentira. Creo que el Stabat Mater de Boccherini se ajustará mejor a mis negras circunstancias. Siempre puedo concluir luego con el trozo ese tan genial que sale en Master and Comander si quiero algo más alegre”.

Stabat Mater
Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa
en que pendía su Hijo.
Su alma gimiente,
contristada y doliente
por la espada atravesada.

Las palabras llenaban la estancia con una nota vibrante de intenso pero resignado sufrimiento. Chema paladeó la música; veía a una María dulce y tristísima y sentía su dolor como propio. Luego, poco a poco, fue proyectándolo fuera de él, intentando que saliese de su pecho para colgarlo en la música como quien tiende un pijama. Genial Boccherini, como siempre. Y la piba que cantaba era increíble. Su voz rasgaba el espacio sonoro. Era como ver un paisaje desolado a través de un cristal roto en grandes trozos afilados.

martes, 18 de diciembre de 2012

¿Es el cerebro un ordenador cuántico?


A veces se oye decir que el cerebro no es más que un ordenador cuántico.
Ya se sabe que la teoría cuántica es ampliamente utilizada (incluso excesivamente utilizada) por enfoques mentalistas muy diversos. Lo que resulta algo más sorprendente es su uso por parte de partidarios del reduccionismo fisicalista. Casi parece un último recurso, un poco desesperado, para salvar lo salvable de las concepciones materialistas.
Bien, ¿sirve de algo esa idea, por otra parte tan sugerente, del OC (ordenador cuántico)?
El principal problema es que los ordenadores cuánticos no existen. Todavía no existen, vaya. Así que hay que tratar de imaginarse cómo podrían ser y funcionar.
Un OC podría aprovechar la superposición cuántica de modo que toda una estructura pueda colapsar en distintas configuraciones determinadas por las funciones de onda de sus partículas. Es decir, los distintos estados posibles de los componentes de una máquina no vendrían dados por una combinación de impulsos eléctricos en sus circuitos, interpretados, por ejemplo, como ceros y unos, que sería la forma de trabajar de nuestros ordenadores normales. Por el contrario, un OC funcionaría con componentes en superposición cuántica.
Naturalmente, por muy pequeño que sea un microchip y por muchos circuitos que seamos capaces de incluir en él, la cantidad sería irrisoria comparada con los miles de billones de combinaciones que se podrían establecer entre las partículas que componen un trocito diminuto de materia.
Bueno, ya tenemos algo: un OC dispondría de una capacidad de procesamiento incalculablemente mayor que una máquina hecha con circuitos eléctricos convencionales.
Volvamos entonces al cerebro. Una estructura cerebral (y material, por supuesto) que estuviese en superposición cuántica dispondría de varios patrones posibles, cada uno de ellos origen de un estado o de un proceso cerebral, por ejemplo un recuerdo, un sentimiento o la intención de rascarnos la nariz. Sin embargo, ¿qué es lo que hace que esa estructura colapse en un patrón o en otro? ¿Qué le haría decantarse por un estado concreto? Y aquí es donde, como nos descuidemos, volvemos a las explicaciones menos materialistas. Según la interpretación de Copenhague, que al fin y al cabo es la más ortodoxa de la mecánica cuántica, la superposición cuántica de una partícula colapsa en un estado cuando se hace una observación de esa partícula. Así pues, juntando todo lo dicho, parece que si el cerebro fuese un ordenador cuántico necesitaría de un observador (¿una mente?) para colapsar las distintas superposiciones cuánticas que a su vez configurarán los contenidos cerebrales (intenciones, recuerdos, ideas...). O sea, volvemos a toparnos con una conciencia (inmaterial) que observa y dirige los estados físicos del cerebro.
Ya dije que aferrarse a la idea del cerebro como ordenador cuántico podía apoyar un concepto mental (o espiritual) de cómo estamos hechos.
El que avisa no es traidor.